Sunday, November 21, 2010

Réquiem para Faime






Con su andar arrastrando un pie, el pelo cortado a mordiscos y un ojo entrecerrado y nuboso, Jaime La Paz Alanis se convirtió con sus paseos por La Recova y la Plaza de Abastos en un personaje característico de La Serena. Su alegría, sus canciones y sus relatos de las guerras mundiales se apagaron el pasado domingo cuando fue atropellado por un microbus.

En su pieza, Jaime La Paz Alaniz mantenía una amplia colección de libros y revistas de las guerras mundiales. Las publicaciones, meticulosamente ordenadas, eran su gran pasión y si alguna se perdía, él armaba un escándalo hasta que encontraba el volumen extraviado
Debido a que él nunca aprendió a leer, durante su infancia y adolescencia les pedía a sus padres y hermanos que les leyesen los relatos aparecidos en los libros ilustrados con Hitler, Mussolini o un panzer alemán. Sin embargo, su analfabetismo no fue impedimento para que se aprendiera cada uno de los datos del conflicto bélico, como los aviones y tanques, cuyo sonido imitaba.
Un tics nervioso que gatilló la muerte de su madre lo impulsaba a arrancarse el pelo, que generalmente llevaba desordenado. Tenía un ojo entrecerrado y nuboso, secuela de una meningitis de nacimiento, y cojeaba de una pierna, debido a un accidente en su adolescencia. Físicamente intimidante, una vez que ya se lo conocía más profundamente, uno reconocía a un hombre tranquilo, afable y dispuesto a colaborar, haciendo mandados o dando un simple recado.
Su hablar era entrecortado y difícil de atender. De ahí que fuese conocido como “Faime”, debido a que no podía pronunciar su nombre correctamente.
Su rutina diaria comenzaba alrededor de las 9 de la mañana, cuando se levantaba y su hermana Marcia –con quien vivía- le preparaba el desayuno. Una paila con dos huevos, era su plato favorito a esa hora del día. Después salía por los alrededores del barrio, miraba los titulares de los diarios en los quioscos y conversaba con los vecinos.
Pasado el mediodía, regresaba a casa, donde se sentaba en la cama de su pieza a revisar sus colecciones de historia, ver los noticiarios o escuchar la radio “América”. Tras el almuerzo, se iba caminando por la Avenida Balmaceda hasta La Recova para regresar alrededor de las 11 de la noche.
Así fue su vida por décadas, hasta que el pasado domingo 13 de junio, decidió tomar otro camino con rumbo a su hogar. Nunca se sabrá por qué se encaminó por la ruta 5, cuando a la altura de Huangualí, un microbus lo atropelló, causándole la muerte en forma instantánea.



Mi casa, el regimiento

Amante de la vida militar, Jaime La Paz no pudo elegir una mejor fecha para nacer. En el año 1948 vino al mundo un 9 de julio, cuando en el país se celebra el Juramento a la Bandera. A su padre, un suboficial del Ejército que cumplía funciones en el regimiento “Arica” (hoy “Coquimbo”) debieron avisarle precisamente mientras participaba en esta ceremonia que su hijo había nacido.
Jaime, junto a sus hermanos Pedro, Morelia, Marcia, Gerardo y Cristián, prácticamente se crió en el regimiento de La Serena. “Para nosotros, era como nuestra casa (…) por eso el gran hobby de Jaime eran las armas, las historias de guerra y batallas”, cuenta Marcia, su hermana.
Ramón Tardón Vásquez (60) relata que cuando hizo el servicio militar a Jaime La Paz se lo veía todos los días apoyando en la entrega del rancho a los soldados. “Cuando hacía la guardia, él me acompañaba y ahí aprovechábamos de conversar. Hacía los sonidos de los tanques y los aviones”.
Jaime vivió en la denominada Villa militar hasta 1962, año en que su padre se jubiló con 35 años de servicio. En ese momento, con su familia, se trasladó hasta una casa en la población Víctor Domingo Silva, en el sector de Cuatro Esquinas, pero siempre siguió ligado al Regimiento y sus visitas eran frecuentes.
Incluso su familia asegura que en los tiempos del toque de queda, él era el único serenense que podía circular con libertad por las calles de la ciudad a pesar de las restricciones. Es más, a veces, una patrulla militar lo trasladaba de regreso a su casa.


La vida sigue

En febrero del 1998, Jaime perdió a su madre y ahí comenzó con la costumbre de sacarse el pelo con la mano. En ese año, Marcia, su hermana mayor, impulsada por un pacto con su progenitora asume la responsabilidad de cuidarlo. “Mi mamita lloraba porque no sabía con quien se quedaría Jaimito cuando ella muriera, así que para que estuviese más tranquilita, le prometí que yo lo haría (…) así lo hice por más de 22 años, hasta la muerte de mi hermanito”, relata la mujer con emoción contenida.
Marcia aclara que “Jaimito nació con meningitis (lo cual asegura le provocó una deficiencia mental) y después cuando tenía como 14 años, le hicieron una broma en el taller de mantenimiento del regimiento”. Explica que le lanzaron un pesado neumático, el cual desafortunadamente cayó sobre su pierna, quebrándola en tres partes. Ahí se provocó su particular cojera.
“Nunca fue a un colegio y no aprendió a leer, pero a veces me sorprendía. A él le contaban una historia, la grababa en su memoria, y nunca más la olvidaba”. Así era capaz de recordar datos históricos, especialmente de las guerras mundiales, de las armas, los tanques.
Su hermano Cristian aclara que “él vivía de una pensión con la cual se mantenía (…) no era un hombre de la calle, un indigente o vagabundo”. Y agrega que él tenía “una enorme voluntad, le gustaba ser atento: los comerciantes le daban un recado y él lo hacía sin ningún problema, nunca puso una traba”.
Marcia reconoce que a partir de la década de los 80, cuando Jaime ya era adulto él empezó a beber alcohol. “Cuando se ponía a tomar, generalmente los días sábado, y ya eran las 8 o 9 de la noche, yo me desesperaba y lo salía a buscar”, relata la mujer, quien recuerda que una vez él se cayó a un hoyo, en calle Balmaceda y que tuve que pedirles ayuda a unos jóvenes para que me ayudarán para traerlo a la casa, adonde llegué a las 3 de la mañana”.
Pedro La Paz (69) su hermano mayor cuenta que “yo lo ayudaba, lo aconsejaba y siempre lo calmaba porque era ligero de carácter”.

La amiga peluquera

Mirta Ardiles, quien mantiene una peluquera en La Recova, siempre consideró a Jaime como un amigo. Dice que “él me causaba mucha admiración porque él se acordaba de las canciones antiguas, vivía en el pasado, y tenía mucha memoria, era capaz de nombrarme, por ejemplo, doce canciones con sus respectivos interpretes y el año en que habían muerto cada uno de ellos (…) era como un libro, se sabía efemérides, fechas importantes, los nombres de los países y sus presidentes”.
Reconoce que en sus visitas a la peluquería (2 o 3 veces al día) algunos de los clientes que no lo conocían se inquietaban por su aspecto, pero ella, de inmediato, los tranquilizaba, diciéndoles que era un hombre tranquilo.
Como anécdota recuerda su orden y la preparación para las fechas importantes, especialmente para el 18 de septiembre. “A pesar de que veía todos los días, me pedía hora con varios meses de anticipación para cortarse el pelo (…) para él las Fiestas Patrias era una celebración y se vestía de forma especial, siempre arregladito, con corbata”.

(RECUADRO)
LAMENTOS EN LA WEB

La muerte de Jaime La Paz generó la respuesta espontánea de la comunidad serenense y regional, la cual incluso desde otros puntos del país quisieron dejaron sus comentarios en la página web de Diario El Día. Todos concordaron en la tranquilidad y en la buena persona que era Jaime, y en el hecho de que se convirtió en un personaje característico de la ciudad.
Arnoldo Espinoza comentó que “todos los vecinos creíamos que era de nuestro barrio y no lo era, pertenecía a toda La Serena”.
Robinson Urrutia destacó que Jaime “nunca fue agresivo” y “Caminante” valoró que “fue un ejemplo de simpleza y humildad”.
Desde Santiago, Robinson Urrutia, recordó que “en mi juventud escuchaba sus conversaciones de temas militares, guerras y tanques. Todo un personaje”.
Ely reflexiona que “sería digno que para estas personas contásemos con un hospital con atención psiquiátrica. Lamentablemente, cualquier atención de esta especialidad es derecho sólo de las personas con recursos, los pobres terminan como Jaime La Paz”.

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